La experiencia del dolor

El dolor es el síntoma más frecuente en la consulta de un fisioterapeuta, es algo que tienen en común la mayoría de mis pacientes. De hecho, el dolor es como el anticristo, una vez que aparece sentimos la necesidad de deshacernos de él lo más rápido posible. El dolor es malo, nos hace sentir mal, no permite que nos movamos con naturalidad, o ni siquiera nos permite movernos, en ocasiones creemos conocer la causa que lo provoca, pero en otras ocasiones aparece sin causa evidente, es irracional, no se determina por la lógica, es desagradable, nos pone de mal humor, es lo contrario al placer.
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La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (AIED) define el dolor como experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial. Desglosando la definición podemos saber por una parte que se trata de una experiencia sensitiva, ergo, es necesario un sistema nervioso (presente en los seres vivos) para que esa información viaje desde los receptores sensibles a ciertos estímulos (temperatura, presión, tacto,...)  hasta el cerebro. Una vez la información ha llegado por estas vías aferentes al cerebro, este la procesa y emite una respuesta eferente de vuelta al lugar donde se originó el estímulo. Esta respuesta será dolorosa o no dependiendo de la información previa.

No pretendo usar terminología muy específica por que prefiero que se entienda el concepto. Voy a proponer un ejemplo: un joven va caminando por una calle concurrida, cuando de repente alguien lo pisa en un pie. Al instante, los receptores sensitivos de los dedos del pie se ponen a funcionar y emite los primeros mensajes de que algo o alguien ha provocado daño en ese área. Esta información llega al cerebro donde se procesan todos los mensajes de todos los "sensores" implicados, para luego enviar una orden dolorosa de más o menos intensidad, además de enviar equipos de seguridad que supervisarán la zona, lo que se conoce comúnmente como inflamación, cuya principal acción será reparar cualquier daño que hubiese.

Continuando con el análisis de la definición de dolor: es también una experiencia emocional. Esto es, el estado de ánimo y las emociones van a determinar la importancia que se le da al pisotón del ejemplo. Hace poco leí un artículo (aunque no recuerdo el autor) en el que se trataba el estado de ánimo y el dolor. Para ilustrarlo, el autor utilizaba dos ejemplos: 1) Una ama de casa a cuidado de sus tres hijos de dos, tres y cinco años que además tenía una larga lista de tareas pendiente por realizar por lo que se veía saturada en su día a día. El otro caso 2) otra mujer a la que por designios del azar es agraciada con el premio gordo en la lotería. Si fusionamos estos dos casos con el ejemplo del pisotón obtenemos: la ama de casa, por su estado emocional de saturación, es muy probable que tenga el pie dolorido durante todo el día, mientras que la mujer agraciada con el premio de la lotería apenas notase ningún tipo de dolor. Esto es, un estado de ánimo puede influir positiva o negativamente en la percepción del dolor ante un mismo estímulo (pisotón).

La definición prosigue: asociada a una lesión tisular real o potencial. Todos suponemos que cuando hay una lesión "real" es habitual que esté acompañada de dolor, además de inflamación, restricción del movimiento, sobre-protección de la zona y si esta lesión se alarga en el tiempo es probable que también aparezca atrofia muscular y rigidez articular si no se atiende adecuadamente.

Pero, ¿qué pasa si existe dolor pero no hay lesión aparente? La lesión potencial, la que todavía no existe o incluso nunca existirá. Hoy en día se conoce como dolor neuropático y es una de las grandes incógnitas que nuestro tiempo. Recordando el simplificado canal del dolor, los "sensores" envían los mensajes al cerebro, éste decide que es necesario dar la alerta de dolor de vuelta a los tejidos que a su vez vuelven a enviar los mensajes al cerebro creando un bucle infinito, la pescadilla que se muerde la cola. Lo cierto es que aunque en este preciso momento no exista lesión, en algún momento existió y fue el origen de todo el proceso. Durante esta lesión los receptores sensitivos enviaron muchos mensajes por lo que el cerebro se vio saturado y empezó a aprobar alertas de dolor a todo tipo de estímulos por pequeños que fuesen. A raíz de este proceso el cerebro no descansa y envía alertas de dolor sin cesar, pese a la ausencia de lesión que pudiese explicar los niveles de dolor que sufren algunas personas.

Yo sigo defendiendo que el dolor no es malo, de hecho estamos aquí gracias a él. Forma parte de un complejo sistema de supervivencia innata de los seres vivos. Cuando nos encontramos en peligro, este sistema se pone en marcha gracias a los estímulos dolorosos, el ritmo cardíaco se acelera, aumenta la secreción de adrenalina, los músculos se tensan y todo el organismo se activa con un único propósito: escapar de la situación de peligro cuando antes.

El dolor lo experimentamos desde una edad temprana y ya sea de forma innata o aprendida nos resulta desagradable. En los últimos años se habla mucho de la comprensión del dolor, entender nuestro dolor mejorará sustancialmente nuestro estado de ánimo, que a su vez tendrá su efecto positivo en el dolor. Quizá, si enfocamos desde otro punto de vista podamos experimentarlo de otras maneras, puesto que en el mundo moderno no nos exponemos a situaciones de peligro tan a menudo y utilizamos el dolor como un sistema de alarma constante que nos avisa de que algo no va bien en nuestro organismo.

Perdón por esta extensa entrada y si has llegado hasta aquí: ¡enhorabuena!

¡Nos vemos en la próxima entrada!

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